Para mí no quiero nada; para todos, quiero TODO
Es lógico que en seis días, al país no le haya dado tiempo a que la indignación se extienda hasta el último ermitaño en las montañas, que el sentimiento colectivo de revolución no haya llegado a todos los rincones de todos los pueblos, que la certeza de que las cosas pueden cambiar se haya quedado a medias en muchos barrios y muchas casas. Y es normal, que en las urnas se haya reflejado que sólo llevamos una semana despiertos.
No se trata de izquierda o de derecha, si bien todos los que me leéis más o menos sabéis que soy roja, que de roja que soy, a veces ni me aguanto. Pero no se trata de eso. Se trata de que parece que nos hemos dado cuenta de que no merecemos que nos ninguneen, que nos insulten, que cojan nuestro voto -la máxima expresión de nuestra voluntad- y sea norma que los destinatarios de nuestros sueños los utilicen para lucrarse, para corromperlo todo a su paso, para mentirnos y ultrajarnos. Parece que por fin, nos ha salido el orgullo, la confianza en nosotros mismos y hemos salido todos juntos a pelear para que mi voto valga igual que el tuyo, para que no se permitan a imputados y condenados por la justicia aparecer sonrientes en los carteles de nuestras calles, optando a un cargo público -pagado con nuestro dinero, con nuestros madrugones y hasta con nuestras lágrimas cuando tenemos el día torcido- para que nos tengan respeto, para que no vuelvan a manosear nuestra papeleta, a denigrarla, a vilipendiarla. Para que se cumplan las promesas electorales. Para que se acabe el bipartidismo. Para que no vendan hasta nuestras almas a mercados como si vendieran reses.
No puedo enumerar todos los motivos que nos reúnen a todos en las calles porque me eternizaría, y porque vosotros los conocéis tan bien como yo, vivís aquí. Esto no pretende ser un manifiesto, ni una lista de proposiciones (eso lo haré con mis vecinos este sábado en la asamblea de mi barrio), no. Sólo pretende ser un impulso a los que perdieron la fe ayer tras los resultados en las urnas. No porque ganara la derecha, sino porque ganó esa derecha, llena de delincuentes condenados, llena de corrupción urbanística, llena de podredumbre.
Sólo pretende ser un soplo de aire tras la resaca de haber perdido una batalla, para recordaros que sólo faltan once meses para la verdadera guerra. Y no podemos estar mejor encaminados para enfrentarnos a ella, que la revolución pacífica que ya ha empezado.
Nos queda un camino muy largo que recorrer, tenemos claro que esto es una carrera de fondo, no vale cansarse. Islandia nos ha demostrado que se puede luchar contra los gigantes y los países árabes nos han demostrado que abandonar no es una opción.
Por primera vez mi país no me da vergüenza, por primera vez me siento orgullosa y no me he sentido sola. Ahora más que nunca, España no se merece que abandonemos la lucha.
Esta revolución es de todos y de todas.
Hay que ir a Sol, y pedir la Luna.
4 comentarios:
Me encanta Barbijaputa y siempre la sigo con mucho interés.
En general es muy coñona, me ha hecho llorar de risa hasta dolerme el estómago, y cuando se pone seria es una tía coherente.
Y además, tiene razón :-)))
Bueno, pues esta, como tenía poca letra, la he leído. Que grande es barbijaputa!
Qué razón tiene...
Razon tiene, la lastima para mi es que no llegare a tiempo de verla hecha realidad, pero soy feliz por mi hija y mis nietos, ellos tendran un mundo mejor.
Salud
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