jueves, abril 30, 2009

Tiempo de barbacoas

Hace buen tiempo, es primavera, y apetece un montón esto de cocinar y comer al aire libre.
Da igual que no tengas jardín, ni terraza grande, con un balconcito tienes para montarte tu barbacoa.
Además, ni la crisis es excusa para no tener tu propia barbacoíta, si están tiradas de precio: 50 céntimos en cualquier supermercado. Incluso si eres un poco habil, recuperas el importe y te sale gratis!

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viernes, abril 24, 2009

Melancolía de mujeres analógicas

Melancolía de mujeres analógicas
por Hernán Casciari

Me encuentro con un viejo compañero de la primaria que no veía desde los años ochenta, y del que tuve noticias a través de una red social. Nos citamos en un bar del centro, nos palmeamos con cariño falso, pedimos unas cervezas. Le digo: “Qué increíble, para lo que acaba sirviendo Facebook”. Se ríe fuerte, como si le estuviera tomando el pelo: “Si Facebook sirviera solamente para encontrarme con vos, gordo boludo —me dice—, yo no tendría banda ancha en casa. A mí Facebook me cambió la vida, pero de verdad”.

—¿Para tanto? —le pregunto.

—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera ‘estoy en una relación complicada’, o ‘soy soltera’, o ‘solamente busco amistad’, o incluso ‘me interesan los hombres y también las mujeres’…

Hago lo que dice mi amigo: miro por la ventana del bar hacia la calle y veo la primavera de Barcelona en su esplendor: holandesas, suecas, nativas, maduras y jovencitas, diferentes colores y tamaños; hay de todo en la viña del Señor.

Mi amigo me aprieta el brazo y me dice:

—Imaginate que aquella que está por cruzar la Diagonal tuviese un cartel que dijera: ‘Hace doce días que estoy deprimida’. Tener esa data de primera mano, Hernán, hacer cálculos mentales y abordarlas a todas.

—Te estás excitando, calmate —le digo a mi amigo.

Pero él sigue con su verborrea:

—¿Cuánto hubiéramos simplificado el enfoque de la seducción, hace diez, hace quince años, de haber tenido esos guiños entre las conocidas del colegio, de la universidad, de las compañeras de trabajo, de las ex novias?

Me lo imagino; mi amigo tiene mucha razón.

—La mujer analógica, la del siglo pasado, esperaba que vos te dieras cuenta de ciertas cosas. ¿Te acordás las preguntas que uno se hacía antes? ¿Tendrá novio Estelita? ¿Qué música le gustará? ¿Será buen momento para abordarla? —rememora mi amigo— Ahora la mujer digital te lo indica en el perfil del Facebook. Cualquier conocida de la oficina, cualquier amiga de una amiga, te avisa si se peleó con el novio, te explica si le gusta Neruda o si le gusta Bucay, te pone fotos de las vacaciones en Ibiza, para que la veas medio en bolas…

Cierra los ojos y sonríe. Continúa:

—¿Cuánto tardábamos, en los ochenta, para ver en bikini a la chica que nos gustaba? ¡Había que esperar al Día de la Primavera, que alguna se emborrachaba en el parque, o a que te invitaran a una pileta en verano! No, Gordo, la vida mejoró mucho…

—Bueno, pero supongo que tampoco será tan fácil.

—Hay desventajas, claro —matiza—. Te podés ensartar, como toda la vida. Te podés despertar con un bicho a la mañana siguiente… Pero en Facebook hay escaramuzas, hay trucos que te proporciona la experiencia.

—¿Por ejemplo?

—Alejate de las mujeres que ponen la fecha de nacimiento sin indicar el año: a ésas ya se les cayeron las tetas. Escapá de las que cuelgan muchas fotos de sus mascotas: son depresivas. Ni se te ocurra encarar a las que te parecen lindas pero tienen todas las fotos en contrapicado: son gordas con complejo de papada. Si dicen estar “en una relación difícil” y tienen más de treinta fotos besando al mismo tipo, en diferentes épocas, borrate: después de coger, lloran.

—Impresionante —le digo con sinceridad.

—Hay que estar atento a las que, en la imagen del perfil, ponen una foto sacada por ellas mismas en el baño. A ésas, les decís cuatro piropos en el Muro y las tenés comiendo alpiste. Atento a las que ponen fotos viajando por el mundo con una amiga, siempre la misma amiga: son fiesteras. Pero ojo —matiza mi amigo—: tiene que ser fotos por el mundo; si viajan por su propio país, son histéricas. A las que ponen una imagen de ellas cuando eran chiquitas, en color sepia, les gusta el sexo duro. Las que dejan vacío el ítem sobre intereses musicales, prefieren pagar el hotel a medias.

Mi antiguo amigo de la primaria me atiborró de consejos, pero sólo me acuerdo de estos pocos para compartir hoy con ustedes. Habló durante más de una hora, sin parar. Y después dijo que debía irse a una cita con una mujer que había conocido en la estación Verdaguer.

—Me tiemblan las manos —me confesó antes de salir del bar—. Esta mujer que conocí en el metro me dice que no tiene Internet. No sé nada de ella, nunca vi fotos, no sé de qué carajo le voy a hablar.

—¿Y para qué vas, entonces?

—Es que últimamente me calientan mucho las mujeres analógicas. Tienen olor a infancia.

miércoles, abril 08, 2009

Las Pascuas de mi infancia

A mí me gustaba mucho, de pequeña las fiestas de Pascua (lo que llaman aquí semana santa).
Empezaban a salir las flores, se iba al campo a recoger mimosas y unas margaritas pequeñitas y con las puntas de los pétalos rosa que se llaman pâquerettes (pascualitas sería la traducción) para hacer collares y guirnaldas que se cuelgan por la casa, como las de Navidad.
Se adornan ramas secas con huevos pintados de colores y pollitos y conejitos.


Un domingo, se hace la "caza de huevos" y salen todos los niños con su cestito a recoger la mayor cantidad posible. Previamente se sueltan por todas partes, muchos pos la hierba (para los más peques) y otros muy escondidos (esos valen por 10 de los otros).
No se gana nada más que la satisfacción y el orgullo de ser el que más puntos tiene, pero se lo pasan en grande. Luego se come del picnic que se ha llevado y se hacen juegos.
Generalmente también, algún pastor que otro se monta su pequeño púlpito y cuenta lo suyo a quiénes le quieran oir, pero nada de truculencias, eh? Que si murió por nosotros, así de pasada, y sobre todo, que era necesario pa poder resucitar y ponerse a la derecha de su padre, y que allí nos está esperando, guardándonos el sitio si hemos sido buenos y tal (son como menos sádicos los protestantes... no se regodean en el sufrimiento y sí más en la gloria y en la "buena nueva" y los canticos y aleluyas).

Se envían tarjetas de felicitación de Pascua, como los crismas de Navidad, y generalmente los dibujan y pintan los niños para enviarlos a la familia.
Y todo son calles decoradas, jardines, campos, colores, pinturas y chocolate. Mucho chocolate por todas partes! (pa eso estaba en Suiza!)

Los huevos se cuecen en agua con colorantes para darles el color de fondo, y luego se pintan con formas geométricas o dibujos, dependiendo de la maestría de cada cual, claro.








sábado, abril 04, 2009

Para ateos y creyentes (sin discriminación de clases)


Allá por el año... 2002 un tal Petrus escribió lo siguiente a una forista creyente en un foro ateo. La chica hacía lo que podía para intentar hacernos ver que Dios existe porque ella lo sentía así muy dentro de ella (que dicho sea de paso, es lo único que pueden decir todos los creyentes).

El azul del texto es añadido mío, que por aquel entonces aún no tenía ese color (luego lo fué perdiendo, pero esa es otra historia)



Para ateos y creyentes (sin discriminación de clases)
 
Las razones por las que uno es ateo me temo que no sean tan claras como uno quisiera.
 
Me pongo como testigo de un proceso (el mío) y lo doy a conocer.
 
Nací en el seno de una familia nazional-católica española y educado en la fe en Dios, al punto de querer ser cura en una identificación infantil masiva al ideal de santidad.
 
Creo que el punto clave fue la crisis ocurrida en torno al poder de la oración; la caída de las creencias en seres míticos (los Reyes Magos, el Niño Jesús, la Virgen, etc.); la sensación de que todo lo que me explicaban no coincidía con lo que yo percibía del mundo y la percepción de la realidad de un modo más clara a medida que progresaba cursos en la escuela; el advenimiento y progresiva instauración del deseo sexual, fueron los hitos que yo creo que marcaron mi transformación de niño a adolescente y después adulto.
 
A partir de la perdida de la fe (ya digo, un proceso progresivo y cada vez más intenso), fue necesario encontrar explicaciones que rellenaran el hueco que quedó al dejar de creer en Dios. Eso configuró una mente paulatinamente más racional, y si, en cierto modo solipsista como lo dice Zeus.
 
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Respondiendo a Marilú por una vez en serio y sin que sirva demasiado de precedente (por una vez no te diré una burrada), te diré Marilú que mis bases más básicas para ser ateo, y si por bases he de entender las que se encuentran en el fundamento de mi ateísmo, son la pérdida paulatina de la fe en Dios, como resultado de un proceso que llamaré provisionalmente "maduración personal", coincidiendo en el tiempo con la maduración sexual y la sustitución progresiva de la fe en Dios y en la verdad revelada de la religión, por la fe en la verdad de la razón.
 
Puesto que la necesidad de explicaciones para las cosas del mundo (causa, origen, final, etc.) me aguijoneaba, y la fe en Dios y el discurso de la religión eran increíbles, empecé a creer que el discurso de la ciencia y de la razón aportaban más verdad sobre el humano y el mundo que el discurso de la religión.
 
No creo que la verdad revelada sea una verdad material; me parece un cuento. La verdad de la razón me deja humillado ante la ignorancia de lo más esencial, pero puedo asumir esa cuota de malestar inherente a saber que aquello que me dejaría satisfecho no lo podré obtener jamás, ni aún muriendo (contrariamente al creyente que tiene la esperanza de poder ver realizado su deseo al morir)
 
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Yo no amo demasiado a la vida. No le tengo demasiado apego a algo que no me gusta (sufrir y ver sufrir cada día sin ton ni son) y mis razones no son tan optimistas como otras. Más bien aguanto este tormento de la vida como puedo y tampoco tengo demasiadas razones par seguir vivo. También es cierto que, hoy por hoy y aunque la vida se me represente "un valle de lágrimas", no me resulta todavía tan insoportable como a otros.
 
Cuando alguien me descubre sus intenciones de suicidarse y me mira con el temor de mi respuesta impreso en sus ojos, no tengo demasiadas razones que darles para que no lo haga. Mucha gente se suicida con razón.
 
No. Entre mis razones no se encuentra precisamente el amor incondicional a la vida, pero no sé por qué sigo vivo ni por qué, a pesar de los pesares, eso sigue sin contar conmigo.
 
Ya digo: no soy tan optimista como otros y moriré sin saber por qué he vivido. Si el balance de esa vida es bueno para mi y para otros, mejor; incluso es probable que en ese momento sienta alguna sensación de satisfacción. He aceptado morir sin más esperanza que cerrar los ojos y desaparecer para siempre, quedando de mí, a lo sumo, poco más que un recuerdo vago en la memoria de mis nietos y que se extingirá al poco, como lo más duradero de mi existencia.
 
Por lo demás, el amar, el odiar, el gozar y el sufrir forman parte de cualquier vida, de modo que no le encuentro demasiado mérito a lo que es común. Pero incluso ahí tendría un sentimiento de vergüenza cuando sé que hay otros que no tienen tanta suerte. Ese solipsismo me enseña, además, que hay otros como yo (semejantes) que pueden y de hecho tienen, menos suerte que yo. Mi solipsismo no es de estado, sino de partida y plantearme una vida gozosa (la mía o la de cualquier otro) no deja de ser una ironía, lo mire por donde lo mire.
 
Con respecto al bien, estoy de acuerdo en que hago el bien porque es asunto mío y no es asunto de otro (mucho menos de ningún dios); que hago el bien a otros porque me satisface. Pero no sé muy, muy, muy bien por qué obtengo satisfacción en eso, cuando puede que muy cerca de mí hay quienes obtienen satisfacción por lo contrario, es decir, haciendo el mal y causando daño a otros. Incluso si me escucho sin demasiados prejuicios sobre mi mismo (diciéndome lo majo, bueno y honesto que soy), me doy cuenta de que, a veces, yo también disfruto haciendo el mal, de modo que me asombro de mi propia paradoja: mi bien es causar el mal a otros (o por causa del mal de otros), en algunas circunstancias.
 
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No. Mis razones no son en absoluto ni tan claras ni tan optimistas como las de otros. Y razones positivas creo haberte dado también. En resumidas cuentas: mi ateismo no me deja demasiado satisfecho con la vida, pero la razón es lo mejor que tengo y la cuido.
 
Desgraciadamente, mi proceso es irreversible tal como lo veo ahora, de modo que es muy difícil que vuelva a creer en dioses. Así que puede haber un ateísmo que no sea necesariamente optimista ni ame la vida. Ese ateísmo es el mío y no puede ser compartido por nadie. Es el mío, insisto. Que nadie se identifique con él, porque no es posible. Y si existen otras formas de ateísmo que despiertan entusiasmos y adherencias, deberán entenderse como otra forma de alienación en un discurso de otro, en el que uno cree acomodarse como si fuera propio.
 
En tanto ateo, no necesito justifiarme ni comprender mi existencia de modo optimista o alegre. Necesariamente no. Tampoco me gusta ser ateo. Ni siquiera agnóstico. No me gusta eso. Quisiera tener certezas y verdades absolutas. Quisiera ser feliz de alguna manera y, con suerte, solo lo soy a ratos.
 
Así que te digo, amada Marilú, que ser ateo no es ninguna bicoca pero, con todo y eso, para mi es mejor que ser creyente. Al menos, como ateo puedo revisar de arriba abajo mis creencias y ponerlas contínuamente en crisis sin que por ello vea amenazado mi equilibrio mental.
 
Quizás tu suerte y tus circunstancias te han llevado a ser creyente. Apechuga con eso lo mejor que puedas, créeme. Procura ser feliz con eso que te ha tocado vivir. Si estás mejor siendo creyente, pues sigue con ello, amiga. Que nadie te imponga su modo de pensar, sea ateo o creyente, porque se trata de tu vida y de tu bien, y no el de ningún otro.
 
Y si vienes por aquí a dar la lata, yo, por mi parte, te doy la bienvenida. A mi me diviertes. Tu ingenuidad me estimula a decir burradas y eso me parece bien para mi. Pero ya ves que no solo burradas. También soy capaz de decirte cosas serias. Haz con ellas lo que quieras.
 
Petrus

viernes, abril 03, 2009

Una de esas frases

"La imposibilidad en que me encuentro de probar que Dios no existe, me prueba su existencia."

Jean de la Bruyere