miércoles, enero 27, 2010

Ópera en el mercado




Un día cualquiera de mercado, la música empieza a sonar entre los puestos de frutas y verduras. Fragmentos de la Traviata de Verdi interpretados en pleno Mercado Central de Valencia, entre los puestos de frutas y verduras. Los rostros de los compradores, asombrados ante la magia del arte, hacen que recuperemos la confianza en el buen gusto. El gusto por la buena fruta, la verdura, el champán, la música y la vida. ¡Disfrutadlo!
Dirección artística: Amparo Urieta


Canal de  atenordelaopera

jueves, enero 21, 2010

La visita


Era una mañana agitada, eran las 8:30, cuando un señor mayor de unos 80 años, llegó al hospital para que le sacaran los puntos de su pulgar.
El señor dijo que estaba apurado y que tenía una cita a las 9:00 am.

Comprobé sus señales vitales y le pedí que tomara asiento, sabiendo que quizás pasaría más de una hora antes de que alguien pudiera atenderlo.
Lo ví mirando su reloj y decidí, que ya que no estaba ocupado con otro paciente, podría examinar su herida.
Durante el examen, comprobé que estaba curado, entonces le pedí a uno de los doctores, algunos elementos para quitarle las suturas y curar su herida.

Mientras le realizaba las curaciones, le pregunté si tenía una cita con otro médico esa mañana, ya que lo veía tan apurado.
 
El señor me dijo que no, que necesitaba ir al geríatrico para desayunar con su esposa. Le pregunté sobre la salud de ella.

El me respondió que ella hacía tiempo que estaba allí ya que pacedía de Alzheimer.
 
Le pregunté si ella se enfadaría si llegaba un poco tarde.
 

Me respondió que hacia tiempo que ella no sabía quien era él, que hacía cinco años que ella no podía ya reconocerlo.
 
Me sorprendió, y entonces le pregunté, 'Y usted sigue llendo cada mañana, aun cuando ella no sabe quien es usted?'
 

El sonrió
y me acarició la mano

'Ella no sabe quien soy, 
 
pero yo aún se quien es ella.'



(recibido por email)

martes, enero 12, 2010

Y el mundo gira..


En una entrevista concedida al diario l’Humanité, el presidente de la comisión sanitaria del Consejo de Europa, un tal Wolfgang Wodarg culpa al lobby farmacéutico de la histeria mundial provocada por la gripe A. Sus palabras exactas son: “un grupo de personas en la OMS están asociadas de manera muy estrecha a la industria farmacéutica”. ¿Se lo pueden creer? ¡Que lo despidan! ¡Que echen a ese idiota paranoico del Consejo europeo!

¿Cómo se atreve a dar alas a semejante rumor? Es como si a alguien se le ocurriera decir, por ejemplo, que la guerra de Irak, aquélla que dio origen al innovador concepto de destrucción preventiva, de masacre por si acaso, fue promovida (si no declarada) por el lobby petrolífero en colaboración con el armamentístico que, por entonces, sentaba sus culos en los despachos de la Casa Blanca. Pamplinas, por supuesto. Simplificaciones superficiales de quien no sabe nada de política internacional ni de macroeconomía. Especulaciones de quien no entiende cómo funciona el mundo.

Como esos idiotas que van por ahí diciendo que el tabaco sigue comercializándose por la presión del lobby tabacalero. Idioteces simplistas. Igual que ese rumor publicado en ciertos diarios europeos según el cual la reforma sanitaria de Obama ha sido despojada de (casi) todo contenido por el lobby de la sanidad privada. Tan ridículo como esa leyenda que afirma que la crisis humanitaria en la franja de Gaza se perpetúa ante la indiferencia internacional por la presión del lobby judío. Psicosis antisemita. Estupideces todas, invenciones de paranoicos con ganas de llamar la atención y salir en los papeles y en televisión.

Porque en democracia, mal que le pese a algunos, el poder reside en todos y cada uno de los miembros de la sociedad para que elijamos, por mayoría, a las personas que queremos que nos representen. Y esas personas realmente nos representan. ¿Qué sentido tendría todo si las grandes decisiones internacionales estuvieran en manos de grupos de presión empresariales? ¿Para qué serviría la democracia si estuviésemos gobernados por un puñado de multinacionales?

Tonterías.

Jose A. Pérez (mi mesa cojea)