

Vuelve a llover. Llueve, y llueve y no para.
Mis plantas (actuales y futuras) están encantadas, pero yo ya estoy un poco harta.
Lo tenía ya todo atado y bien atado (como aquel) para volver a la pintura en serio, pero esto es un pitorreo. Dentro de casa no puedo, porque mi madre no soporta los olores (ni de lejos) y fuera tampoco, que aunque voy camino de convertirme en una criatura anfíbia, me faltan algunos detallitos. Fuera hace un frío que pela, aunque no lloviera.
Y eso que me he montado una caseta pictórica para esos menesteres. A las fotos me remito:
Pero entre el frío, la lluvia y la
artrosis de pulgares a la que
estoy suscrita (cosas de la edá, dice el fisio!)
no hay quien le meta mano al asunto.
Si un gramático foráneo estudiara el castellano basándose exclusivamente en sus hablantes de la calle, sus conclusiones serían las siguientes:
En el idioma español no existe el modo superlativo regular, sino que se construye con locuciones que expresan el grado máximo del calificativo:
- Bueno, muy bueno, de puta madre.
- Rápido, muy rápido, cagando leches.
- Valiente, muy valiente, con dos cojones.
- Lejos, muy lejos, a tomar por culo.
De Almudena (enchufa2)
Instrucciones para dar cuerda al reloj
Allá al fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.
(imagen Flickr)